Mi vida son recuerdos de una infancia feliz. Son también distintas sensaciones que, desde que me alcanza la memoria, he sentido durante toda mi vida. Recuerdo tardes infantiles con olor a tiza y libros nuevos. Mis amigos de clase y las horas de recreos y juegos.
Desde pequeña fui consciente de lo que me pasaba. Había veces en las que jugamos a juegos infantiles y, aún antes de terminar de contar, con mis ojos cerrados y sin hacer trampa, sabía dónde estaban escondidos mis compañeros de clase. Al principio, lo recuerdo como si fuese ayer, esa sensación de saber las cosas antes de que ocurriesen me daba miedo, me asustaba, incluso me aterraba que mis compañeros se enterasen. También, los primeros años se lo oculté a mis padres.
Podía sentir todo aquello que estaba por acontecer. Al principio eran como sensaciones intensas, deslumbrantes que podían durar un instante o unos minutos. No siempre eran visiones, a veces eran sensaciones, una especie de pánico o miedo si algo malo estaba por ocurrir, o una sensación de alegría, meses antes de saberlo, por ejemplo que en unos meses tendría un hermano.
En aquella ocasión, podía verlo, sentirlo incluso ponerlo rostro, mucho antes de que mi madre nos diese la noticia. Cuando aún faltaban unos meses por nacer, ponía mis manos sobre el vientre de mi madre y podía comunicarme con Carlos.
Fue mi abuela, María Luisa, quien me explicó lo que me pasaba, un día, a los pocos meses de haber nacido Carlos. Tenía 10 años. Ella, mi abuela, también tenía el poder de saber, de intuir y ver más allá del presente y de las cosas. Me dijo que era una personita especial y que siempre lo sería. Me dijo también que debía conservar este don y sentirme orgullosa de ello. Yo le prometí hacerlo así y ofrecérselo a personas que lo necesitasen.
De aquella promesa hace ya más de 30 años y aún hoy veo en los ojos de mi abuela, aunque ya no esté, el cariño, la ternura y la comprensión. Aún hoy, cada noche hablo con ella y ella me dice que debo perseverar en mi ayuda, en mi entrega y en el desarrollo de mis facultades, porque mi trabajo y mi esfuerzo tiene su justificación en las personas a las que oriento y ayudo, consiguiendo mejorar su futuro y resolviendo todas sus dudas con respecto a temas como el amor, el trabajo o la salud.
Más de treinta años, dedicada a los demás. Aunque soy capaz de abordar y dar luz y orientación a todo tipo de temas y preocupaciones, en los últimos años he sentido mi especial vocación al respecto de temas vinculados con el mundo del amor y de los sentimientos.
Además, para mis predicciones me suelo apoyar en el tarot. Realizo todo tipo de tiradas, desde aquellas más generales hasta aquellas otras más concretas. Esbozo así un camino para la persona que me llama y requiere de mis conocimientos y mi experiencia.
Por otra parte considero, estoy segura de ello, que el teléfono es el canal más oportuno y apropiado para el tipo de videncia que yo desarrollo. Una videncia clara, limpia, alejada de distintas interferencias y prejuicios. A través del teléfono se logra una mayor nitidez en las percepciones e intuiciones, a través de un vínculo especial y personal, puedo acceder no solo al futuro y al devenir de quien me consulta, también puedo saber cómo tiene su interior, sus sentimientos y toda su energía interna, soporte de la persona y de las acciones.
Es cierto, mi vida, quizá la de todos, son un cúmulo de recuerdos, la mayoría felices, únicos y entrañables. Yo tengo la capacidad de devolverte esos recuerdos, esas sensaciones, de erradicar toda preocupación o toda incertidumbre sobre el futuro: amor, trabajo, sentimientos, hijos, familia…todo lo que necesites, porque aún hoy sigo guardando la promesa que hace treinta años le hice a un ser tan querido y lleno de luz como mi abuela., pese a no estar físicamente con nosotros